30 de octubre de 2021

¿Arte o trato?

 Halloween, la fiesta pagana de origen celta que a lo largo de la historia se ha ido transformando hasta el punto de crear todo un imaginario a su alrededor que va desde la calabaza más típica hasta las llamativas calaveras mexicanas. Hay un factor que une a todas estas representaciones: la demostración del horror, de lo deforme, de criaturas que, por un día, sí tienen permiso para vagar a sus anchas por el reino de los vivos.

En este post se ha recopilado una serie de obras que representan precisamente eso...

¡Que comience el pasaje del terror a través de siniestros pincelazos!


El aquelarre o El gran cabrón (1820 – 1823), de Goya

El aquelarre presenta una reunión nocturna de las brujas en presencia del demonio, el cual aparece como un gran macho cabrío de color negro como maestro de esta inquietante ceremonia.


Brujerías (1912), de Ciriaco de la Garza y Bañuelos

Este artista también practicó con elementos como la pintura costumbrista o paisajística en la que dio una importancia a la luz y, como se aprecia en esta escena, a un tipo de iluminación en concreto: la artificial. 

Payaso maquillándose (1910), de John Sloan



No hay nada más terrorífico que ver la tristeza de un rostro que debería hacernos sonreír, y quizá esté ahí el origen de esta pesadilla. Esta escena fue retratada por el pintor estadounidense John French Sloan, miembro de un grupo pictórico realista apodado The Eight.


Calavera con cigarrillo (1886), de Vincent van Gogh



Van Gogh también fue protagonista de una creación memento mori. Es decir: aquellas que nos recuerdan que nuestro paso por el mundo es temporal y que, en algún momento, vamos a morir. ¿Y cómo se refleja esto? Principalmente, con calaveras


El desfile nocturno de los 100 demonios (Periodo Edo, 1603 a 1868), de Tosa Mitsunobu



El desfile nocturno de los 100 demonios establece el origen de muchas iconografías de monstruos que han llegado hasta nuestros días a través de mangas o animes de todo tipo.
El método de lectura era sencillo, pero efectivo: ir desenrollando el tubo de papel hasta llegar al final, donde normalmente aparecía una gran bola de energía que terminaba de apaciguando a aquellas almas torturadas.

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